El reguetón se impone, porque cubre una necesidad de las personas en búsqueda de mensajes que no les demande mayor esfuerzo: solo oír, moverse al ritmo de una letra a la que no se presta atención, menos aún, reflexionar. El mensaje es como un disparo, pero no se siente como tal. Va rápido y a un ritmo que se adhiere a un tarareo contagioso y sin contenido. Y he allí la contradicción: a muchos “les dice algo”.
Y nos vamos al otro extremo, ese lugar que habita el que piensa y, por lo tanto, está hecho para transformarse a sí mismo y a los otros, desde el respeto. Ese otro lado puede resultar extenso y complejo; y, sin duda, es un transitar denso hasta conseguir alguna respuesta mediamente válida a aquello importante que nos cuestionamos: ese espacio es la filosofía, porque posee contenidos profundos que abordan problemáticas humanas esenciales.
Y a pesar del título de esta breve reflexión, no hay enfrentamiento alguno entre ambos extremos –no lo puede haber–, porque están en lados opuestos de una linealidad curvilínea. Sin embargo, por esas mismas curvas, en la práctica el enfrentamiento se genera única y exclusivamente en la elección que cada ser humano hace; es decir, en su decisión de quedarse en el menor esfuerzo intelectual que representa –sin duda alguna– el reguetón o transitar hacia la opción de aproximarse a estados humanos esenciales que fundamentan una vida con sentido.
Es posible que en esa línea algunos escogerán el reguetón antes que la filosofía, pero si me apuran en decirlo, podría asegurar que no quieren pensar y prefieren que otros lo hagan por ellos. ¿Y es que en el reguetón se piensa? Bueno, eso es otro asunto del que no hablaremos ahora.
Finalmente, de lo que se trata desde mi perspectiva, es de realizar un ejercicio de introspección que me permita visualizar aquello que escucho y su sentido (si lo tuviese). El reguetón produce un efecto “narcótico” que desaparece una vez concluida la “melodía” (entre claras comillas) y, ¿qué viene luego?, ¿cómo me ha construido como ser humano?, ¿he crecido o ha nutrido mi alma o mi intelecto? En la misma línea de interrogantes, la filosofía no me dará fáciles respuestas, sino que me guiará hacia momentos de áridas reflexiones que me obligarán libremente a cuestionarme sobre mi “ser en la vida”.
Autor: Coaching Programación Neurolingüística
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Publicado en Diario Opinión, Machala – Ecuador (26/05/2020).