En el proceso de desarrollo de la filosofía latinoamericana, el concepto de normalización filosófica pertenece a una propuesta que algunos asocian con la visión de Francisco Romero. Esta perspectiva forma parte –además– de los resultados del debate sobre ¿cómo entender el quehacer filosófico en el continente? Ya sea como un pensamiento autónomo, sobre las circunstancias en que se piensa “lo latinoamericano” o como una manera de contextualizar geotemporalmente, la preocupación por las circunstancias que constituyen nuestra identidad en el marco de la filosofía universal.
El concepto de normalización filosófica refiere a una manera de entender la actividad filosófica como parte de un proceso metódico e intelectual en el que se produce una suerte de profesionalización de la filosofía latinoamericana, por tanto, estaríamos hablando de mediados del siglo XX. Sin embargo, esto no significa que el pensamiento filosófico en esta parte del mundo comienza a gestarse solo a partir de esa “normalización”; en lugar de eso, la importancia del concepto tiene que ver con la concepción de la actividad filosófica como una más de los quehaceres culturales del ser humano.
La filosofía –bajo esta perspectiva– implica la participación de toda inteligencia preocupada por el sentido de la vida y por las circunstancias que la rodean, incluyendo los sistemas axiológicos, culturales y socioeconómicos. La normalización –alude así– a la creación de un clima filosófico en el que el pensamiento es una actividad productiva como cualquier otra, en tanto, la búsqueda de identidad de los latinoamericanos, la construcción de una forma de entender y explicar su mundo y –la preocupación por concebir la trascendencia– desde esas dos tareas, constituyen los dispositivos por crear ese clima filosófico del que habla Romero.
La producción filosófica –derivada de ese clima de normalización– debe ser entendida entonces, como la interconexión entre el pensamiento y las realidades que –implícita o explícitamente– provocan esas realidades, no es que los pueblos latinoamericanos hayan “inventado” los sistemas hegemónicos de pensamiento, es que los mismos existen y se nos imponen las formas de hacer que dominan la realidad de nuestros pueblos desde los años de la colonización, actualmente –expresados– por ejemplo, a través del neoliberalismo, el postneoliberalismo y la globalización económica. Las inteligencias que nos cohabitan deben estar activamente preocupadas por responder a esas condiciones históricas, nada abstractas, sino, absolutamente concretas, materiales y opresivas, como lo fue la conquista.
Autor: Coaching y PNL
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