NO KARMA, NO CASTIGO: SOLO MISTERIO

Vivimos tiempos donde la información sobre diversos temas es tan abundante que -cada vez que se efectúa una búsqueda en Google- con mucha facilidad aparece un mensaje que dice “Cerca de 91 600 000 resultados (0.45 segundos)”, por ejemplo. Ahora bien, aunque estas cataratas voraginosas de contenidos son casi infinitas, no pocas veces aparecen temas religiosos -independientemente de la creencia que se tuviese. Sin embargo, “lo curioso” es que aquella información, en porcentaje alto, tiene que ver con el “karma” que, si tuviéramos que “transportarlo” a palabras de tradición occidental, sería “castigo”.

Pero, ¿qué piensa la tradición cristiana sobre estos términos -sobre todo- el de karma? Cuando digo tradición cristiana, me refiero a teólogos y filósofos que consagraron sus vidas al estudio de las Escrituras para llegar a la verdad que ellas trasmiten. Obviamente, excluyo a “prestidigitadores de la religión”, “recolectores de diezmos”, “pseudo-mesías”, “sicarios de la palabra divina”, etc., y me centro en quienes buscaron siempre develar el misterio presente en aquellas sencillas y transparentes palabras que proyectan vida y no castigo.

Entonces, surge una nueva interrogante: ¿por qué les sucede cosas malas a las personas? Una inmediata respuesta gira en torno a que “pecaron” y -por esto- están pagando aquel error. Es decir, el castigo es inevitable. Pues, ¿qué error pudo haber cometido un niño de dos años enfermo de cáncer? El infranqueable karma responderá que el pecado es de los padres o algún miembro de su familia. Y así se responde con mucha facilidad; y, esta respuesta, “coherente” -por cierto- satisface las dudas humanas sobre el mal que padece la humanidad.

No obstante, aunque bien estructurada la réplica, no tiene lógica, porque -al más leve argumento en contra- se “cae” dicha respuesta sobre el karma. El castigo, por otra parte, es más lógico, porque “a mal comportamiento, castigo impostergable”. Pero ¿es coherente o lógico que un Padre Dios bueno castigue a sus hijas e hijos? Si la respuesta fuera “sí”, ¿qué amor descubres en un padre que permite el hambre de millones de personas?, ¿muertes de inocentes en guerras de las que no participan?, etc.

Por tanto, ¿karma o castigo? La respuesta no es sencilla; es más: ¿hay respuesta? A medida que se escriben estas líneas, los temas de reflexión se expanden: ¿el universo tiene leyes que cobra inexcusablemente hasta el más mínimo fallo de sus criaturas? ¿Dios es intransigente con su creación a tal punto que castiga las transgresiones que comenten? Este tema doble -karma y castigo- necesitan más espacio y profundidad para abarcarlos, cosa que no se tienen en este pequeño ensayo.

Pero, si tuviera que responder desde mi limitada perspectiva, sin duda, recurriría a otro tema que -como su nombre lo indica- su abordaje es más complejo, debido a que expresa la imposibilidad de “ver” con claridad el porqué de las cosas (1 Corintios 13, 12). La respuesta que se aparta del karma o el castigo es el “misterio”. Las cosas suceden por “alguna misteriosa causa” que -aunque ahora se ve todo de forma borrosa-, hay un enigmático plan que seguimos. Pero ¿conoceremos qué hay detrás de lo que vivimos? Sí. Esa íntima ocultación se muestra en la vida, a través del tiempo, a aquellos que están despiertos y esperan descubrir la bondad del “Hacedor” de todo lo que existe.

Autor: Coaching y PNL

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