La lucha continua por adquirir un documento de identidad y una legitimidad de origen, coloca a la filosofía latinoamericana en un permanente autocuestionamiento. Algunos de sus críticos son –de hecho– filósofos formados en otras latitudes que se erigen como “estudiosos” del pensamiento latinoamericano, pero actuando desde sus propias fijaciones intelectuales. En tanto, lo que estos críticos elaboran es una suerte de historiografía del quehacer filosófico en este continente que –a lo sumo– puede servir para informarse sobre el estado de la cuestión; sin embargo, de ninguna manera funcionaría para formarse en ese terreno tan resbaladizo que resulta ser la filosofía nuestra.
La formación del filósofo latinoamericano –por el contrario– requiere un ejercicio de construcción de un pensamiento crítico contra –no de la filosofía europea–, como ha ocurrido tantas veces, en un intento por adquirir identidad, negando la de otros, sino contra la terquedad de querer uniformarse con una determinada esencia que es imposible obtener, porque –el ser del latinoamericano– no está hecho de “llegadas” o de “encuentros”. Lo sustancial de nuestro pensamiento filosófico ha de ser los “viajes” y las “búsquedas”.
Asumir una racionalidad propia o formar para filosofar –desde este territorio– es complejo, porque amerita una visión integral que exhiba las contradicciones de otras filosofías, cuando –desde su racionalidad– intenta cuestionar o subordinar la nuestra. Existe un esfuerzo intelectual sostenido en el tiempo para que se reconozca la fortaleza de ese pensar latinoamericano, convertido en filosofía, mucho antes de la transculturización representada por la colonización y sus mixturas. Una formación intercultural, puede ser el punto de partida en ese esfuerzo, considerando que –ese choque de culturas– lleva a la colonización, es desigual y es despojador de las perspectivas de los indígenas y otros pueblos originarios.
Es posible decir, en cuanto al origen del quehacer filosófico en Latinoamérica, que presenta una fase en la que –la información europea– devenida educación oficial, fraguó parte de los rasgos que luego fueron tenidos como auténticos. Obviamente, decirlo es mucho más sencillo que entenderlo. En este extenso proceso subyace un esquema de dominación alienante que atrapó a buena parte del pensamiento latinoamericano, dedicado –contradictoriamente– a reproducir las lógicas de dominación, para autonegarse y deslegitimarse, sin ni siquiera notarlo. Frente a ello, también han surgido y se han establecido fuertes movimientos “genetistas”, entregados a demostrar la autenticidad de la filosofía en nuestra Latinoamérica.
Autor: Coaching y PNL
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Publicado en Diario Opinión, Machala – Ecuador (06/06/2021)