Los seres humanos somos creadores de historia. ¿Cómo lo hacemos?, ¿a partir de qué circunstancias?, ¿persiguiendo qué objetivos?, ¿desarrollando qué esencia? Son algunas cuestiones de las que se ocupa esta disciplina filosófica. Representa así un esfuerzo por profundizar en los dispositivos de trascendencia o historicidad mediante los cuales el ser humano se hace presente y permanece, dejando su rastro o –más bien– su esencia, en el devenir del tiempo.
Los filósofos no son historiadores, eso debe quedar claro, pero reflexionan acerca de las interconexiones entre la biografía y la historia, en su tarea de contextualizar la existencia material, des-cubre las determinaciones socioculturales que orientan a las personas, tanto en sus relaciones recíprocas, como en su interacción con el mundo natural y los axiomas espirituales que le circundan. Sin duda, la pregunta sobre el sentido de la vida y la posibilidad de un objetivo teleológico de la vida humana, es fundamental para este desarrollo disciplinario de la filosofía.
Una filosofía de la historia suele generar que asumen una direccionalidad y –en tanto– producen esquemas que “han de ser seguidos”, para que los seres humanos logren trascendencia. En la filosofía de Augusto Comte, por ejemplo, ese esquema estuvo representado por el desarrollo del “espíritu positivo”, que debía conducir, desde la infancia de la humanidad, hasta su adultez, en un proceso que transcurría, desde un estado teológico, hasta el estado científico o positivo. En el otro lado de la acera filosófica, Marx nos habla de una historia como la transformación constante de la naturaleza humana, en la que nada es predecible, más que la lucha contradictoria de las fuerzas que transforman la historia, todas ligadas a la manera en que las personas resuelven su relación con la naturaleza.
En todo caso, en cualquiera de las tendencias que integran la filosofía de la historia, persiste la certeza del ser humano como sujeto histórico, esto es, un ser en constante “hacerse a sí mismo”, que contradice la inmutabilidad de los “seres naturales”, quienes solo esperan los cumplimientos de sus ciclos, sin mayor intervención propia. Participar en la construcción de la historia no es igual a “estar en la historia”, las personas construimos historia, no somos lo que la historia hace de nosotros, sino –por el contrario– la historia es lo que nosotros hacemos, con la transformación de nuestras circunstancias, rebelándonos contra cualquier determinismo y recreando nuestra trascendencia.
Autor: Coaching y PNL
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