“Las cosas y las palabras van a separarse. El ojo será destinado a ver y sólo a ver; la oreja sólo a oír. El discurso tendrá –desde luego– como tarea el decir lo que es, pero no será más que lo que dice” (Michel Foucault).La palabra encierra mucho más de lo que ella dice, ese parece ser el principio que se desprende de la expresión foucaultiana señalada arriba, pues, de allí se infiere que las cosas terminan por ser la materialización de lo que se dice de ellas. Siendo así, el discurso como campo de cultivo de las cosas adquiere la dimensión de una “granja” desde donde el poder institucionaliza los hechos que hacen pasar como parte de la “normalidad” o, mejor dicho, la realidad necesaria.
Ahora bien, si se acude al análisis del discurso (AD), como estrategia epistemológica, la idea es develar las artimañas del poder para mantenerse, reproducirse y expandirse. Visto como técnica de investigación, este tipo de praxis, es altamente eficaz para la construcción teórica e histórica de muchos fenómenos sociales en los que frecuentemente se ve involucrado el ser humano actualmente, máxime ante la explosión de las tecnologías de la comunicación.
En el contexto que rodea estas reflexiones, prevalecen algunos principios básicos que soportan la importancia que tendría el AD como herramienta heurística para las ciencias sociales, dado que, por lo general, quien investiga –en el marco de estas ciencias– se encuentra con enunciados y prácticas discursivas en forma de textos de diferentes tipos o, como señalan algunos, se ve con frecuencia, obligado a analizar los actos del habla. Lo importante en todo caso, es que el investigador cuente con la destreza necesaria para argumentar y defender su posición o interpretación como válida y creíble y no como el resultado azaroso de su opinión personal.
Así, la evolución del AD –como técnica de investigación social– es compatible con la potenciación de los fenómenos comunicacionales: la sociedad de la información es, principalmente, una sociedad discursiva que requiere ser comprendida a profundidad en todas sus áreas, debido a que una sociedad en la interacción lingüística y simbólica es, incluso, más importante que la interacción física. La relevancia que esto tiene queda mucho más visible si se estudian situaciones concretas, con la aplicación de este tipo de análisis en cuanto a la naturaleza de textos diversos.
Uno de los universos conversacionales más prolíferos con los que se encuentra la investigación social está representado por las organizaciones o instituciones que administran el poder político. En ellas, las relaciones están articulados en redes textuales que van desde los manuales de acción institucional, los reglamentos internos, hasta los procesos dialógicos entre los actores que componen la institución.
Todos estos dispositivos retóricos funcionan como artilugios que el análisis del discurso puede interpelar para des-cubrir las diferentes mutaciones que realizan los grupos dominantes para mimetizarse desde las instituciones y legitimar su dominio, sin mayores resistencias. Se trata, en todo caso, de un ejercicio necesario para la investigación como herramienta de emancipación social, algo urgente en el contexto latinoamericano.