La filosofía no ha sido ajena al estudio de la naturaleza y –sin duda– parte de la filosofía antigua está en cercanía con los misterios del universo y sus orígenes: presocráticos. Entendida algunas veces con el nombre de Cosmogonía en la versión de la mitología o Cosmología en sus derivaciones racionales: sus esfuerzos giran en torno a las respuestas por la concepción del mundo, sus límites y su trascendencia respecto a la vida humana.
En el ámbito cosmogónico, uno de los mitos más antiguos es el babilónico –según el cual– el universo tiene su origen en un caos fundamental producto de la ruptura de la unidad entre cielo y tierra. En realidad, este como otros mitos que explican el universo y sus inicios, buscan las respuestas en los fenómenos de la naturaleza, vistos desde el asombro humano con la exageración propia de quien se encuentra ante lo inaccesible para sus dispositivos racionales. El sol, la luna, el cielo, la tierra, etc., forman parte de los elementos de la cosmogonía fundamental que, “racionalizados” por la cosmología, pasan de la naturaleza a la razón sin mayor soporte experimental.
En otras concepciones, esta forma de acercarse filosóficamente al mundo, se puede entender como un pensamiento que origina la ciencia moderna y que basa sus avances en el entendimiento del universo físico (la naturaleza), para trasladarse luego, a sus entidades inmateriales (el pensamiento abstracto), en una unidad que –posteriormente– representará las diferentes corrientes de la filosofía de la naturaleza. Esta última, sin embargo, intenta tomar distancia de las investigaciones empíricas, propias de la Física como ciencia, para convertirse en un ejercicio del pensamiento que incluye –junto a la reflexión sobre la naturaleza– a las especulaciones teológicas.
Visto de esta manera, la naturaleza de la filosofía conlleva al análisis cosmológico del mundo que examina las causas últimas de los fenómenos humanos, en una suerte de etiología filosófica. El estudio de la materia, del movimiento y de las relaciones entre entidades físicas, se unen en esta disciplina para articular –cada vez más– respuestas lógicas del universo; aquel universo del que el ser humano es una ínfima parte, y –en todo caso– una consecuencia del encuentro de fuerzas que están fuera de él. Definitivamente, la relación entre filosofía y naturaleza es compleja y sus implicaciones producen respuestas diversas sobre las inquietudes del ser humano ante lo inexplicable.
Autor: Coaching y PNL
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