Más allá de los argumentos a favor y en contra, en cuanto a la existencia de una Filosofía latinoamericana, lo cierto es que –en este continente– ha habido un esfuerzo sostenido, desde el siglo XIX, aproximadamente, para lograr la solidez ontológica necesaria que consoliden el “ser” del latinoamericano. La búsqueda de sentido de ese “ser”, ha repercutido en algunas de las clasificaciones mostradas en nuestros textos de filosofía. La presentación del pensamiento de esta parte del mundo, se ha dado como un proceso de continua ruptura o, un continuum evolutivo, según la perspectiva del clasificador, que lleva desde el siglo XVI, con las ideas amerindianas, hasta la actualidad, en la que –según Dussel– transitamos por una filosofía post-capitalista.
Esta realidad, deviene abrevadero complejo de la filosofía que –según el mismo Dussel– en la época capitalista pre-industrial, aún tiene temas y debates pendientes. En este hilo de reflexión, el del pensamiento filosófico latinoamericano, hubo de desembarazarse de muchas ataduras ideológicas que han marcado su devenir. Y, llegado el momento, trascender las fuerzas de la colonización y –enlazado a ellas– las imposiciones del periodo de la conquista. Obviamente, no hay uniformidad en esas fuerzas reflexivas emergentes. Algunas de ellas, simplemente se adaptan y justifican el estado de cosas que mantiene a nuestros pueblos en su situación de dependencia económica e ideológica. Otras tendencias, por su parte, representan posiciones ontológicas críticas que abonan la siembra del ser latinoamericano.
En ese primer periodo de la época capitalista pre-industrial, por el que transita la filosofía, las alianzas económicas aún no producen una burguesía latinoamericana que –afiliada con la intelectualidad regional– pueda constituir un soporte ideológico propio. Esta característica impide hablar –en este periodo– de una conjunción de fuerzas homogéneas, políticas, económicas e ideológicas, que pudieran derivar en la construcción –según lenguaje gramsciano– de un verdadero bloque histórico. Sin embargo, no hay duda que en este lapso se robustecen las ideas conquistadoras de la superioridad moral y religiosa de las culturas europeas, que contarán con muchos defensores, incluso originarios de nuesta América Latina.
En general, esa filosofía de la conquista o –más bien– de los conquistadores, es el ropaje intelectual con el que el pensamiento de los europeos intentó cubrir la imposición de una religiosidad y su moralidad a este “mundo”, pleno de autenticidad y ontología propia, cosas que pronto demostraría.
Autor: Coaching y PNL
E-mail: [email protected]