Enfrentar la página en blanco, pensando en escribir acerca de la filosofía latinoamericana es todo un reto, visto desde cualquier perspectiva. Es un reto personal, pues implica una búsqueda que está por encima de la formación intelectual; se trata de encontrar “el lugar humanístico”, desde el que se encuentre la paz y –al mismo tiempo– la pasión necesaria para escribir desde la libertad individual, algo que, definitivamente es intrínseco al acto mismo de filosofar. Es un reto colectivo, porque lo que se diga sobre la filosofía desde Latinoamérica, nos compete y compromete a todos, con todas nuestras culturas, nuestras etnias, nuestras creencias, nuestra humanidad… Sin duda, escribir acerca de la filosofía latinoamericana es un reto existencial, del que –difícilmente– se sale ileso intelectualmente, pero ahí es donde se encuentra la razón de ser de todo filósofo: pensar y escribir, escribir y pensar, porque –si el pensamiento no se traduce en escritura–, la filosofía se quedará en el baúl de nuestras indefiniciones individuales, invalidada –en sí misma–, porque sin confrontación, no se puede filosofar.
Es así como, en un comienzo, se impone la identificación de las fuentes, de los precursores, de los temas iniciales, del forjamiento de la identidad, de aquello sobre lo que se empieza a hablar. Sin embargo, en el caso de esa filosofía sin nacimiento, que es la latinoamericana, si hay un rasgo que la caracteriza, justamente es esa ubicuidad de sus orígenes y sus perspectivas. Es que incluso, “apellidarla” es un acto de agresión para una filosofía que se resiste a las etiquetas y se aferra a lo más “filosófico” que existe: la libertad de pensamiento.
En ese orden de ideas, un punto de partida relativamente lógico (la filosofía latinoamericana no es precisamente “lógica”), para abordar las ideas filosóficas en Latinoamérica, es acudir a las palabras, a lo que ellas comunican. Así, adheridos a la palabra “filosofía”, corresponde aceptar que los pueblos de esta parte del mundo –desde siempre– han filosofado, su “amor por la sabiduría” está documentado por su devenir histórico y sus criaturas, materiales e inmateriales. Los pueblos originarios de la América Latina, no “comenzaron” a hacer filosofía en un determinado momento. Hacen filosofía como práctica de vida y, en tanto, la filosofía en Latinoamérica es inherente a la vida misma, a su cultura, sus pasiones y sus miedos.
Autor: Coaching y PNL
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